El valor de enseñar a los niños a decir "por favor", "gracias" o "buenos días"

Enseñar a los niños a decir las palabras "por favor", "gracias" o "buenos días" tiene un valor que en ocasiones se nos olvida. Paremos un momento a analizarlo.
El valor de enseñar a los niños a decir "por favor", "gracias" o "buenos días"
Bernardo Peña

Revisado y aprobado por el psicólogo Bernardo Peña.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 09 julio, 2023

Decir gracias, pedir algo por favor o dar los buenos días son señales de sensibilidad y respeto hacia el otro. Por ello, el valor de enseñar a los niños estas pautas básicas se presenta como una clave esencial para cualquiera que ejerza el rol de educador.

Es posible que tú mismo seas “de esa generación”. De aquella a la que le enseñaron con firmeza que a las personas se les considera y que es necesario tratar con cariño para, a su vez, ser tratado también de buen modo. Por tanto, si fomentamos este tipo de costumbres en los más pequeños, conseguiremos que den el ejemplo y que, además, propicien entornos sociales más humanos.

La fórmula para crear un mañana más íntegro pasa por detalles como estos. Lo creamos o no, pequeños gestos crean universos enteros. Te invitamos a reflexionar sobre ello a continuación.

El valor de enseñar a los niños a comunicarse

Decir “por favor”, “gracias” o “buenos días” no es solo un acto de cortesía. Se trata más bien de una forma de conseguir que los niños piensen y pasen de ese egocentrismo habitual de la infancia temprana al reconocimiento del otro y de sus necesidades.

El desarrollo moral en los niños

Madre e hija hablando.

Uno de los autores más conocidos a la hora de hablar del desarrollo moral de los niños fue sin duda Lawrence Kohlberg. Si bien pueden existir ciertas diferencias de niño a niño e, incluso, de hermano a hermano, lo habitual es seguir esta evolución en lo que se refiere a la toma de conciencia del respeto, las reglas y el reconocimiento del otro.

  • Durante la primera infancia, entre los 2 y los 5 años, el niño se rige solo por los premios y los castigos. Entiende que hay normas impuestas que debe obedecer para ganar afecto y para evitar posibles regañinas.
  • En la segunda fase acontece la edad de oro. Esta tiene lugar entre los 6 y los 9 años y en ella se deja a un lado esa atención en uno mismo de forma gradual.
  • Con posterioridad, entre los 8 y los 10 años, el niño ya es capaz de entender ese bien común, ese respeto que ofrecer a los demás y que luego vuelve a uno mismo. Por ello es frecuente que, en estas edades, salga en defensa de sus amigos y hermanos y que tome conciencia de lo que es justo también a nivel colectivo.
  • Poco a poco y ya con la adolescencia, los jóvenes irán adquiriendo sus propios valores. Se volverán críticos ante determinadas cuestiones que consideran inadecuadas o abusivas.

Las muestras de cortesía y el valor de enseñar esto a los niños

Cuando alguien ofrece a un niño de cuatro años un regalo, es usual que los padres le indiquen aquello de “¿Qué se dice ahora?”. Ante esto, el hijo, casi a regañadientes y en voz baja, dice eso otro de “gracias”.

No importa si hemos de repetírselo un montón de veces. Es más, llegará un momento en que no solo lo automatizará, sino que se dará cuenta de lo que consigue.

Por ejemplo, cuando pide “por favor” las materiales en clase, el pequeño puede descubrir que un compañero se los ofrece con una sonrisa. A su vez, al expresar agradecimiento, el otro responderá con amabilidad. Todo esto propicia poderosas conexiones basadas en emociones positivas.

Este tránsito entre dar las gracias de forma obligada hasta que el propio niño lo hace con espontaneidad y con agrado es un proceso maravilloso que repercutirá para bien en su vida. Estos gestos aportan calidez a las interacciones y hace que estas sean, además, más fáciles.

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El poder de la crianza respetuosa

El término de “crianza respetuosa” hace referencia a un concepto acuñado por autores como William Sears o John Bowlby.

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En esta interesante corriente se enfatiza la necesidad de promover la adaptación natural del niño a sus entornos, así como de fomentar su empatía. Tal vínculo emocional le permitirá entender mejor el mundo, a las personas y a sí mismo. Así, la crianza respetuosa es aquella en la que se fomenta un apego saludable entre los padres y los niños. Hay cercanía física, abrazos, caricias, palabras agradables y una comunicación continua.

Bajo estas claves, la educación se basa en el refuerzo positivo. Acciones como dar las gracias, pedir por favor, ser pacientes y aceptar los ritmos y los tiempos de los niños a la hora de adquirir conocimientos son elementos presentes en este modelo.

El valor de enseñar a los niños estos sencillos detalles

Con todo, cuando el niño descubre lo que obtiene al comportarse con cortesía y respeto, incorpora tales actos a su conducta social de manera fluida.

Si como educadores lo tenemos en cuenta y lo transmitimos lo antes posible, el beneficio que recibirán las futuras generaciones será un legado constante.

¿Te acordarás de las expresiones mágicas de “por favor”, “gracias” o “buenos días”?


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