Prefiero una soledad digna a una falsa compañía

La felicidad es un reto en el que uno trabaja primero a nivel individual. No obstante, si vivimos una relación de pareja sana. esta puede complementarnos y aportarnos importantes satisfacciones.
Prefiero una soledad digna a una falsa compañía
Bernardo Peña

Revisado y aprobado por el psicólogo Bernardo Peña.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 06 julio, 2023

Quizás tú también sepas lo que es vivir con una falsa compañía. Se trata de esas relaciones afectivas en las que una de las dos personas se prioriza solo a sí misma. En estos casos hay quienes buscan satisfacer en exclusiva los propios intereses y, además, lo hacen sin mostrar sinceridad en sus intenciones.

Así, a veces nos encontramos que ciertos vínculos no son lo que parecen o como pensábamos en un principio. De hecho, sentirse desamparado estando junto a la persona que amamos puede resultar en una experiencia de lo más amarga.

Por ello, en ocasiones se dice que “es preferible una soledad digna a una falsa compañía”. Te invitamos a reflexionar sobre estas cuestiones.

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El dolor de experimentar una falsa compañía

Un primer aspecto a tener en cuenta es que las relaciones infelices se asocian a múltiples factores. De modo que estas no siempre se basan en que uno de los dos ofrezca una falsa compañía o demuestre actitudes egoístas o limitantes.

  • Hay quien ‘no sabe amar‘. Tal vez porque desconoce lo que supone compartir, atender a la pareja y cuidar de los detalles que dicho compromiso requiere.
  • Asimismo, existen personas con carencias afectivas previas. Tales vivencias llegan luego a repercutir en el tipo de interacciones que tales individuos establecen con los demás.

En cualquier caso, lo que el otro percibe es una falta de conexión con ese amigo o compañero que tiene al lado. Veamos qué pasa si el desequilibrio se asocia sobre todo a las ambiciones particulares de alguno de los miembros.

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Cuando lo único que importa es el interés individual

El falso compromiso es aquel que se construye buscando solo los intereses propios. Entre los diversos fines que alimentan esta inclinación figuran:

  • El impulso de evitar la soledad al precio que sea y con quien sea.
  • El deseo de formalizar una relación por motivos económicos o para responder a determinadas aspiraciones sociales.
  • La mera necesidad de sentirse amado, cuidado y atendido, pero sin intención de ofrecer ni aportar lo mismo.

Ante tales posturas, las desigualdades se harán patentes más tarde o más temprano. Es decir, hay una parte que invierte y se preocupa, pero la otra lo único que espera es ‘recibir’.

Si, además, esa persona se resiste al cambio y persevera en tal actitud, el fracaso acaba representando un desenlace probable. Porque a menudo este comportamiento produce sufrimiento en ese otro que sí se implica y ‘ se da’

En estas circunstancias, reaccionar a tiempo se plantea desde luego como una alternativa saludable. Por tanto, si percibimos que estamos junto a una ‘falsa compañía’, alejarnos nos ahorrará futuros disgustos, así como las continuas emociones negativas que la situación acarrea.

Es preferible una soledad íntegra a una falsa compañía

Si alguien vulnera el propio bienestar y equilibrio hasta el punto de hacernos sentir tristeza, rabia o frustración de forma constante, ¿para qué queremos tenerle cerca? ¿Es ese dolor lo que pretendemos seguir acumulando?

Tal vez sea el momento de dejar marchar, de separarnos de esos lazos que nos hacen daño y enfrentarnos a ese miedo abismal a la soledad. Porque, a pesar de la visión social tan negativa de la misma, tal estigma responde más bien a convenciones comunes que a datos objetivos.

  • ¿De verdad pensamos que es necesario estar comprometido para obtener felicidad?
  • ¿Contar aunque sea con una falsa compañía es imprescindible para que los demás nos acepten?
  • ¿Qué satisfacción experimentamos a nivel individual? ¿Esa amistad o esa pareja podrá completar lo que a nosotros mismos nos falta?

Acaso nos encontremos ante la oportunidad de crecer como personas, madurar y reorganizar todos esos proyectos que nos motivan. Más que el miedo a estar solos, puede que dejar que alguien nos amargue la existencia sea una cuestión incluso más arriesgada.

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¿Para qué vivir los planes de otra persona?

En solitario, con los amigos, la familia o un amante la felicidad es una aspiración posible. Porque si elegimos con libertad, nos ubicaremos en la posición óptima para asumir errores e iniciar nuevos desafíos.

Si estamos en pareja, las ilusiones compartidas impedirán que alguien pierda o salga herido. Por ello, embarcarse en actividades conjuntas y dar y recibir para que la relación fluya serán condiciones esenciales para que ambos miembros avancen a la par.

La vida es demasiado corta para dar respuesta a los planes de otras personas dejando aplazados los propios sueños.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.