El íntimo legado emocional entre madres e hijas

La unión emocional entre madres e hijas, más allá de un componente psicológico, tiene una explicación científica relacionada con el sistema límbico, que hace que sus mecanismos de reacción sean similares
El íntimo legado emocional entre madres e hijas
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 25 mayo, 2023

El legado entre madres e hijas va mucho más allá del vínculo de una educación. Un afecto y de un mismo contexto donde crecer y relacionarse.

Existe un dato curioso a tener en cuenta que nos ha revelado un estudio publicado en la revista ScienceDaily: la estructura cerebral que rige nuestras emociones podría transmitirse de madres a hijas.

Con ello, los neurólogos, psiquiatras y psicólogos tienen una base sobre la que entender un poco mejor la predisposición a desarrollar un determinado tipo de carácter o, incluso, el tener mayor o menor riesgo de padecer, por ejemplo, una depresión.

Este trabajo llevado a cabo en la Universidad de California. Sin embargo, esto no quiere decir en absoluto que si nuestra madre fue o es tendente a sufrir crisis de ansiedad nosotras las vayamos a experimentar también. Hay un riesgo, una probabilidad.

También resulta interesante saber que esa capacidad de muchas mujeres para hacer frente a la adversidad. De sacar fortalezas insospechadas ante situaciones complejas, es algo que también se transmite en ese vínculo femenino. Es algo maravilloso y excepcional.

El lazo invisible entre madres e hijas

En la actualidad, sabemos que hay muchas enfermedades que “tienen género”. La migraña, la fibromialgia o las depresiones afectan en mayor número a mujeres que a hombres.

Es como si la estructura cerebral de la mujer, con su red neuronal o ese sistema nervioso central capaz de amplificar el dolor en el caso de la fibromialgia, quedara enhebrado a la genética femenina. A día de hoy, la ciencia no ha podido aún dar una explicación a por qué esto es así.

No obstante, y en lo que se refiere al mundo de las emociones, parece que ya tenemos algunas respuestas a esa incógnita. Sobre por qué, en ocasiones, madres e hijas comparten esa “unión emocional” a veces positiva y en ocasiones, algo más compleja.

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El sistema límbico

Hablemos primero de una estructura cerebral tan importante como poderosa: el sistema límbico. Podríamos describirlo como el artesano de las emociones.

  • El sistema límbico es el encargado de regular y procesar todo nuestro mundo emocional. Aún más, es aquí también donde se ubica nuestra memoria emocional, y donde se desarrollan nuestros patrones de personalidad.
  • El sistema límbico está formado a su vez por otras estructuras, como el hipocampo o la amígdala, responsables también de emociones como el miedo o nuestra capacidad para integrar recuerdos.
  • La directora de este estudio es la psiquiatra Fumiko Hoeft, especialista en infancia y adolescencia. Su principal propósito era averiguar si existían similitudes en diversas regiones cerebrales entre parientes (madre e hija, padre e hijo…).
  • Descubrió sus resultados a través de varias pruebas de resonancia magnética no invasiva. Así, descubrió que madres e hijas comparten una misma forma y actividad neuroquímica en el sistema límbico. Un área que, como ya sabemos, queda íntimamente unida al mundo emocional.

Hay una “predisposición” a sufrir los mismos problemas emocionales

Repetimos una vez más que una predisposición no es una causa directa: es un riesgo, una probabilidad. Ahora bien, si este dato ha resultado ser tan importante para el campo médico es por las siguientes razones:

  • Cualquier problema emocional, como puede ser el estrés o una depresión, tiene como base una misma actividad neuroquímica donde hay fluctuaciones entre la dopamina, la norepinefrina, la epinefrina…
  • Si madres e hijas comparten esta misma actividad cerebral, con déficits y fluctuaciones semejantes en el sistema límbico, quiere decir que, posiblemente, ante unos mismos estímulos, situaciones o problemas, los mecanismos de reacción serán semejantes.

Con estos datos podríamos, sin duda, prevenir determinados tipos de enfermedades psicológicas teniendo como base este componente genético.

Las hijas no son copias de las madres

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Dada esta información cabe la posibilidad de que mucha gente piense que, en cierto modo, las hijas son copias de las madres. Al menos, en lo que se refiere a la dimensión emocional.

No es cierto. Para comprenderlo, pensemos, por ejemplo, en varios aspectos. Si nuestras madres padecen hipertensión, diabetes, trombosis venosa profunda, tiroides u obesidad, no quiere decir que nosotras tengamos un 100 % de probabilidad de desarrollar estos mismos problemas.

  • Hemos de ver esta información como lo que es: un dato que tener en cuenta para poder prevenir ciertas cosas.
  • Una hija nunca será una copia de la madre. Nuestra situación personal es otra, nuestra educación, personalidad, actitud y valores pueden ser muy diferentes.
  • En ocasiones, cuando una niña se ha criado viendo a su madre aislada en la habitación, haciendo frente a sus oscuridades, sus soledades y complejidades emocionales, toma conciencia de una realidad que, el día de mañana, deseará evitar.
  • Su enfoque personal será distinto. A pesar de que exista esa predisposición, la experiencia vivida en el hogar le ofrecerá adecuadas estrategias para ser resiliente. También para ser más fuerte y evitar ese mismo trastorno depresivo.

Como dato final, señalar también que en el presente estudio se descubrió que, mientras la herencia materna estaba vinculada al mundo emocional, la carga genética del padre puede predisponer a los niños a la dislexia o al autismo.


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