Los 5 tipos de aceite de oliva y sus características

A la hora de adquirir un aceite de oliva puede que te preguntes cuál es mejor entre todas las posibilidades que se ofrecen en el supermercado. A continuación te lo develamos.
Los 5 tipos de aceite de oliva y sus características
Saúl Sánchez Arias

Escrito y verificado por el nutricionista Saúl Sánchez Arias.

Última actualización: 25 mayo, 2023

Todos los tipos de aceite de oliva son alimentos estrellas de la dieta mediterránea. Constituyen una fuente de ácidos grasos de la serie omega 3 que se han catalogado como saludables. Por este motivo, se recomienda su ingesta de manera habitual, aunque en crudo, para maximizar los beneficios.

Recuerda que la incorporación de grasas es esencial. Si bien en épocas anteriores se restringió el consumo de este nutriente, en la actualidad las recomendaciones han variado. Se aconseja la presencia en la dieta diaria de lípidos de carácter insaturado, entre los que destacan los omega 3 por encima del resto.

Tipos de aceite de oliva

Vamos a hacer un repaso por las diferentes variedades de aceite de oliva y sus características. Cada una encierra un proceso diferente de manufactura, así como características que varían un tanto.

Aceite de oliva virgen extra

Se trata del tipo de aceite de oliva de mayor calidad. No presenta apenas refinamiento y se obtiene a partir del primer prensado de la oliva.

Contiene una acidez no superior a 0,8 grados. Su perfil lipídico es excelente y el consumo se ha relacionado con una reducción del riesgo cardiovascular. Así lo afirma una investigación publicada en The Cochrane Database os Systematic Reviews.

De todos modos, se recomienda siempre su consumo en crudo. El hecho de someter este tipo de aceite de oliva a altas temperaturas puede incrementar la formación de ácidos grasos de tipo trans. Estos se relacionan con un incremento de la inflamación, por lo que se consideran nocivos para la salud humana.

Tipos de aceite oliva.
El aceite de oliva otorga sus beneficios cuando se lo consume en crudo y no calentado por algún método.

Para saber más: Las dietas altas en grasas: ¿cómo nos influyen?

Aceite de oliva virgen

En este caso, se obtienen unos niveles de acidez superiores a los del aceite de oliva virgen extra. El producto puede producirse a partir de un segundo prensado de la aceituna o a partir de la combinación de aceite virgen extra con otros de una calidad inferior.

Con esto no queremos decir que se trata de un alimento de mala calidad, sino que no cumple los estándares exigidos para la categorización de virgen extra. Sin embargo, sigue siendo recomendable para el consumo habitual.

Por ejemplo, en el contexto del deporte, la ingesta de ácidos grasos omega 3 se ha vinculado con una mejor función muscular. Incluso existen evidencias conforme esta clase de nutrientes pueden ayudar a prevenir o a frenar el catabolismo de la masa magra.

Aceite de oliva lampante

Esta denominación se le otorga a un tipo de aceite de oliva que presenta algún defecto. Lo más habitual es que se obtenga a partir de aceitunas degradadas, aunque también se pueden experimentar problemas en la elaboración del propio producto.

Incluso, es habitual que este no proceda de un primer prensado del fruto. Desde el punto de vista técnico se caracteriza por presentar 2 grados de acidez. No se comercializa en las tiendas minoristas, aunque es utilizado por la industria. En teoría, no se puede ingerir para consumo. No obstante, se somete a un proceso de refinamiento y se emplea en la elaboración de ultraprocesados.

Aceite de oliva refinado

Es uno de los aceite de consumo más habituales. Se obtiene a partir del refinado de aceites defectuosos, por lo que es un subproducto del lampante.

Tiene una acidez más baja que el primero y posee características organolépticas suaves. Se trata de una grasa que aguanta bien las frituras, por los enlaces químicos que lo componen que son bastante estables frente a la oxidación.

De todos modos, cuando se somete a temperaturas muy altas los ácidos grasos que lo conforman cambian su disposición espacial a tipo trans. Esto ha demostrado generar problemas de salud a mediano plazo, así que la principal recomendación sigue siendo consumir el aceite en crudo.

Aceite de orujo

Los restos de la aceituna que quedan tras el prensado y la extracción del aceite de oliva virgen pueden utilizarse para generar una grasa de peor calidad. Se utilizan la pulpa, los huesos, el agua y una cantidad residual de aceite de oliva para obtener el aceite de orujo.

A pesar de que la calidad nutricional no se ve alterada, este producto cuenta con unas propiedades organolépticas poco agradables que no lo hacen apto para el consumo. De nuevo, sigue presentando usos industriales. Se mezcla con otros aceites de mayor calidad para permitir el consumo del mismo.

Beneficios de incluirlos en la dieta

Como comentamos, los distintos tipos de aceite de oliva se deben consumir en crudo. Su ingesta habitual reduce los niveles de inflamación sistémica, así como el riesgo cardiovascular. Resulta positivo también para la fisiología hormonal y para la salud de la masa muscular, ya que puede disminuir el catabolismo en el contexto de una dieta hipocalórica.

No obstante, se trata de un alimento con un elevado contenido en calorías. Por este motivo, es preciso moderar la ingesta, de lo contrario podría desequilibrarse la balanza energética generando un aumento de peso.

Etiquetado del aceite de oliva.
Las etiquetas explican con claridad qué tipo de aceite de oliva estamos adquiriendo en el mercado.

Aceite de oliva: un producto básico

Los tipos de aceite de oliva son reyes de la dieta mediterránea. El extra virgen tiene un valor nutricional beneficioso, capaz de ejercer efectos positivos en el organismo. Por este motivo, ha de ser incluido en la alimentación de forma habitual, aunque siempre en crudo, en la medida de lo posible.

Cabe destacar que existen variedades diferentes de aceite, por lo que lo más recomendable resulta recurrir siempre al virgen extra. Este presenta las mejores características organolépticas y la mayor calidad, por lo que es el más adecuado para el consumo. Fíjate en las etiquetas; allí aparece reflejada siempre la variedad que estás a punto de adquirir.

Por último, recuerda que el aceite de oliva es un producto muy superior a los aceites de semillas. Estos últimos cuentan con altos niveles de refinamiento y con un perfil lipídico menos deseable.


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