6 heridas emocionales que tenemos desde pequeños

Muchas veces, las personas se ven afectadas por experiencias que vivieron en la infancia. Lee el siguiente artículo y descubre cómo evitar experiencias dolorosas a tus hijos.
6 heridas emocionales que tenemos desde pequeños
Bernardo Peña

Revisado y aprobado por el psicólogo Bernardo Peña.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 25 mayo, 2023

¿Arrastramos heridas emocionales que tenemos desde pequeños? Algunas experiencias negativas de la infancia pueden repercutir en nuestra salud mental durante el crecimiento y, posteriormente, en la adultez.

Las experiencias que vivimos en la infancia son un factor determinante en la construcción de nuestra personalidad adulta. En la niñez, definimos en parte quiénes somos y cómo enfrentamos la vida.

Las heridas emocionales que tenemos desde pequeños son producto de malas vivencias que marcaron nuestra infancia. Aunque tales eventos hayan ocurrido hace mucho tiempo atrás, dejan huella en nuestras vidas y, por lo tanto, en la adultez seguimos sintiendo miedos característicos de nuestra niñez.

Por tal razón, es muy importante ayudar a nuestros hijos a manejar sus emociones y superar sus miedos. Como padres, es necesario entender que esto se trata de un trabajo en equipo.

¿Cuáles son las heridas emocionales que tenemos desde pequeños?

Trauma infantil
Las experiencias estresantes en la infancia, especialmente aquellas que involucran maltrato infantil, se traducen en heridas emocionales permanentes.

La mayoría de los problemas psicológicos que tenemos tienen su origen en los traumas emocionales que sufrimos en la infancia. Nuestra personalidad y actitud ante las diferentes situaciones que enfrentamos en la vida están altamente influenciadas por las experiencias que vivimos nuestros primeros años de vida.

Si estas experiencias fueron traumáticas y nos generaron gran sufrimiento, lo más probable es que esos miedos nos acompañen en la adultez. Asimismo, cuando nos toque enfrentar determinadas situaciones de tensión, podríamos reaccionar de manera infantil.

Si vivimos momentos de crisis en la infancia, nuestro niño interno que sufrió humillación, fue traicionado o tuvo baja autoestima, sale al exterior y evidencia los más profundos temores. Por lo tanto, es normal que las heridas emocionales que tenemos desde pequeños persistan en el interior y sigan vigentes en el presente.

1. Humillación

Si compañeros de clases, familiares o parientes en algún momento se burlaron o desaprobaron algún rasgo o actitud durante la infancia de la persona, esto pudo haber generado una personalidad introvertida y con serios complejos.

La víctima en la infancia de críticas destructivas puedo convertirse en una persona despiadada que quiere que los demás padezcan lo que esta padeció, según datos de la publicación Unseen wounds: The contribution of psychological maltreatment to child and adolescent mental health and risk outcomes .

2. Miedo al abandono

Trauma por abandono infantil
Las experiencias de abandono durante la primera infancia dejan cicatrices invisibles.

Los niños que crecieron en un constante abandono, en la adultez buscan compensar esta carencia. Es por esto que suelen abandonar a sus parejas o proyectos de forma temprana, por temor a ser abandonados ellos primero.

Algo así como “te voy a dejar antes de que tú me dejes a mí”, “si te vas, es mejor que no vuelvas” o “como nadie me apoya, ¿para qué voy a soportar esto?”. Un artículo de BMJ Journals señala que quienes tienen miedo al abandono deben trabajar su temor al rechazo, a las barreras individuales, a la soledad y sobre todo, al contacto físico.

3. Problemas de autoestima

Una buena autoestima se desarrolla durante la infancia, sobre todo, en el núcleo familiar. Si los padres no somos capaces de aceptar a nuestros hijos y quererlos tal cual son, ellos sentirán que deben cambiar para satisfacer nuestras expectativas.

Cada niño tiene características y habilidades que lo hacen único y diferente. Cuando tu hijo te comente algún logro que lo haga sentir orgulloso de sí mismo, exprésale tu alegría con un gesto de afecto. Así sabrá que es querido y valorado por sus padres. Eso elevará su autoestima y lo hará sentir bien consigo mismo.

Las personas con baja autoestima se caracterizan por ser indecisas, perezosas, desanimadas, pesimistas y se avergüenzan con facilidad. Por este motivo, promover una buena autoestima en los hijos es una tarea fundamental a lo largo de su crecimiento.

4. Injusticia

Cuando un niño es constantemente reprimido de forma injusta o exagerada por sus faltas, crece siendo inseguro. La injusticia es una de las heridas emocionales que tenemos desde pequeños y que nos puede convertir en personas con una visión muy negativa de la vida.

Además, quienes no tuvieron un trato justo durante la infancia puede llegar a criticar de manera desmedida a todos a su alrededor, como un efecto espejo de lo que han vivido.

5. Ansiedad de separación

Durante la niñez, el miedo a estar solo o alejado de los padres forma a un adulto carente de afecto que haría cualquier cosa por una muestra de amor. Las personas que tienen ansiedad de separación se caracterizan por ser tímidas, inseguras y sumisas.

Ansiedad por separación
Existe una asociación clara entre el trauma infantil y el trastorno de estrés postraumático.

6. Traición

Si un padre no cumple las promesas que le hace a su hijo y sus expectativas no se hacen realidad, estas personas puede terminar convirtiéndose en alguien desconfiado y poco sociable. El respeto y lealtad hacia los hijos, los hará adultos más seguros en un futuro. Engañar a un niño es quitarle su ingenuidad y sustituirla por malicia.

Las heridas emocionales que tenemos desde pequeños nos condicionan

Las heridas emocionales que tenemos desde pequeños determinan nuestra forma de ver y enfrentar la vida. Si no queremos que nuestros hijos crezcan con algún trauma emocional, es necesario que prestemos la mayor cantidad de atención posible a su crianza. Es importante tener un rol activo durante su crecimiento y no delegar dicha responsabilidad a un tercero.

Debemos recordar que cada niño es único y desarrolla sus habilidades a su ritmo. Por eso, debemos evitar la comparación con sus amigos o compañeros de clases. Si queremos cambiar alguna conducta en nuestros hijos, debemos invitarlos a reflexionar sobre su comportamiento, pero sin castigarlos injustamente.

Por último, es deber de todo padre mantener una comunicación abierta con sus hijos. De esta manera, se sentirán seguros al comentar sus miedos, temores o cualquier cosa que les preocupe. Así, buscarán una solución a dichos problemas desde el comienzo.


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