Muchos de nosotros estamos acostumbrados a que nos recomienden infinidad de cosas para hacer frente a la ansiedad.
Frases como «no te tomes las cosas a la tremenda», «baja el ritmo» o «haz cambios en tu vida» son expresiones que llenan nuestra cabeza pero que, sin embargo, no nos sirven de mucho.
La razón por la que dejamos de ser receptivos a toda esta serie de consejos es porque nuestra mente trabaja a otro nivel. Su enfoque está delimitado y bajo el dominio absoluto de las preocupaciones excesivas, la negatividad y la falta de autocontrol.
En este estado resulta muy complicado que logremos bajar el ritmo.
Es más, a veces incluso estando de vacaciones nos sentimos agotados y tan fuera de nosotros mismos que hasta es común experimentar algún ataque de ansiedad.
Por otro lado, es necesario saber que muchas de las estrategias que llevamos a cabo para tratar la ansiedad se limitan solo a tratar los síntomas pero no la raíz del problema.
Necesitamos siempre de la ayuda de los profesionales y hallar esa estrategia terapéutica que más se ajuste a nuestras necesidades y particularidades.
Asimismo, al igual que es conveniente saber qué hacer cuando sufrimos ansiedad, también es necesario tener claro que no es recomendable hacer cuando suframos esta condición.
De este modo, conoceremos mucho mejor ese «demonio» interno para controlarlo, debilitarlo y tomar el control de nuestras vidas.
1. No le des tantas vueltas a las cosas, detén el pensamiento «rumiante»
La ansiedad nos obliga a pensar de manera diferente. Caemos en estados desgastantes, negativos y fatalistas. Es más, estudios como el llevado a cabo en la universidad de Maryland, nos recuerdan cómo impacta esta condición en nuestros procesos cognitivos.
Intenta romper el ciclo de esos pensamientos persistentes que a lo largo del día te van quitando el equilibrio y la calma.
Debemos ser conscientes de en qué momento un pensamiento, una imagen, una frase o un recuerdo empieza a ser persistente en nuestra cabeza.
Cuando nos demos cuenta de ello, lo ideal es desviar la atención hacia otro foco más distendido o positivo.
Hacer deporte, pintar mandalas o hablar con alguien nos puede ayudar a ello.
Asimismo, tal y como nos explican determinados estudios como el llevado a cabo en la Universidad de Maryland, el Mindfulness es una práctica altamente efectiva para reducir el pensamiento negativo.
Puede que tu trabajo te cause tanta ansiedad que hayas decidido pedirte una baja. Durante ese tiempo, en lugar de buscar ayuda profesional optas por descansar y sobre todo «no pensar» y decirte a ti mismo que en nada estarás mejor.
Puede también que los problemas con tu pareja sean tantos, que prefieras pasar más tiempo fuera de casa, llegar tarde…
Todas estos comportamientos son formas indirectas de huir de aquello que nos enturbia y nos preocupa.
Nunca dejes para mañana la molestia que sientas hoy. En caso de hacerlo, acumularás cada vez más preocupaciones, angustias y frustraciones en tu mente, y estarás conformando un ovillo que no dejará espacio para nada más.
La ansiedad se afronta y se gestiona. Si rehuimos de ella acabará cogiendo más poder.
3. No anticipes cosas que aún no han pasado
Si hago esto pasará lo otro. Si digo esto sucederá aquello. Si cambio eso seguro que ocurrirá lo que no quiero…
Si te suenan este tipo de pensamientos, ten en cuenta que es un rasgo de esa ansiedad más nociva y delimitante que pueda sufrir el ser humano. Esa donde el pensamiento catastrofista nos impide vivir de forma plena y receptiva.
Nadie tiene una bola de cristal para saber lo que puede o no puede pasar mañana. Así pues, focaliza tu atención en el presente y controla el negativismo.
Quienes han sufrido más de un ataque de ansiedad temen, ante todo, que vuelva a suceder. A veces desarrollan tanta angustia que es ese miedo el que propicia nuevas apariciones, nuevos ataques.
Debemos evitar monitorizarnos tanto, estar pendientes de nuestras palpitaciones, de nuestro ritmo cardíaco, de pensar en que si entro ahí me pondré nervioso, que si hago esto perderé el control…
Hay que ser capaces de hacer un giro y permitirnos llevar con más apertura y confianza, haciendo frente a aquello que nos da miedo, porque es precisamente tras esas fronteras donde se hallan la calma y el equilibrio.
5. No quieras vivir sin ansiedad: esa no es la clave
Este es un error muy común: pensar que la ansiedad por sí misma es un enemigo al que evitar a toda costa.
El secreto está en convivir con la ansiedad, pero evitando que sea ella quien nos controle.
Debemos entender que la ansiedad forma parte del ser humano, es ella quien nos ayuda a evitar los riesgos, quien nos ayuda a sobrevivir e incluso a darnos energía y motivación para alcanzar aquello que deseamos.
Sin embargo, en el momento en que se transforme en esa emoción que paraliza, que quita el aire, que nos arrebata el control y la felicidad, es necesario hacer algo.
Debemos hallar la raíz del problema. Es necesario sentarnos con nosotros mismos para tener una conversación y trasformar la ansiedad negativa en positiva.
6. Hay personas que es mejor evitar cuando sufres ansiedad
Puede parecernos curioso pero, en ocasiones, el foco de nuestra ansiedad puede partir de una persona en concreto que nos quita día a día la felicidad.
Tal vez sea esa pareja, ese amor complicado y dañino que nos transforma en alguien que no somos.
Puede también que sea todo un contexto, como un entorno laboral en el que no terminamos de adaptarnos.
Aún más, puede que sea ese núcleo familiar donde nos sentimos desplazados o vulnerados.
Lo mejor en estos casos es identificar los focos de nuestra ansiedad y establecer posibles salidas o mecanismos de acción para resolver ese problema.
7. No dejes de vivir, la ansiedad te está robando tiempo de calidad
Aunque no nos demos cuenta, sucede. La ansiedad nos está robando la vida, las ganas, la ilusión e incluso la identidad.
Está haciendo de nosotros alguien nuevo, alguien que no nos gusta y que no se parece en nada a quien éramos antes.
No lo permitas, no dejes que esa ladrona de identidades y felicidades te deje sin nada. Asume el control, toma las riendas y navega en tu mundo interior para hallar el problema y las posibles salidas.
Recuerda también que a la hora de gestionar la ansiedad es necesario hacer uso de un enfoque multidimensional.
Los fármacos son útiles en algunos casos, pero debemos incluir también alguna terapia cognitivo-conductual, técnicas de relajación y un buen apoyo de los tuyos.
Licenciada en Psicología por la Universidad de Valencia en el año 2004. Máster en Seguridad y Salud en el trabajo en 2005 y Máster en Mental System Management: neurocreatividad, innovación y sexto sentido en el 2016 (Universidad de Valencia). Número de colegiada CV14913. Realizó el curso Nutrición y obesidad: control de sobrepeso, ofrecido por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Estudiante de Antropología Social y Cultural por la UNED.
Valeria Sabater ha trabajado en el área de la psicología social seleccionando y formando personal. A partir del 2008 ejerce como formadora de psicologíae inteligencia emocional en centros de secundaria y ofrece apoyo psicopedagógico a niños con problemas del desarrollo y aprendizaje. Además, es escritora y cuenta con diversos premios literarios.
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