Ayuda a los demás y te ayudarás a ti mismo. Fomenta el altruismo, la bondad y el respeto y darás forma a una realidad más empática donde crecer como persona, donde invertir en salud física y psicológica.
A menudo, suele decirse que la bondad es ese tejido invisible que sostiene nuestra sociedad. Sin embargo, como bien sabemos es un tipo de sustento que a veces falla, que no percibimos e incluso descuidamos.
Se nos olvida quizá, la magia de algo muy conocido desde un punto de vista psicológico como es la regulación social de la emoción. Nos referimos a esa dinámica por la cual, toda buena acción revierte en nosotros mismos. Es decir, el acto de ayudar nos mejora como seres humanos y nos permite sentirnos mucho mejor a nivel fisiológico e incluso cerebral.
Este hecho queda demostrado en interesantes estudios como el publicado en el Journal of Behavioral Medicine. Según esta investigación hacer el bien, conferir apoyo, consuelo y bienestar a los demás impacta en nuestro cerebro. Se produce, por así decirlo, unos cambios bioquímicos que revierten en nuestro estado de ánimo, en nuestra memoria y felicidad.
Ayuda a los demás y te ayudarás a ti mismo
Cooperar, compartir, empatizar… Todas estas conductas conforman lo que se conoce como comportamiento prosocial. Algo que a menudo descuidamos es que el ser humano ha avanzado como especie gracias a la cooperación. Nuestro cerebro es un órgano social y emocional. Estamos hechos para conectar con las personas que nos rodean para crear vínculos afectivos, lazos de amistad, uniones donde atender a los nuestros, cuidar de ellos…
Esas relaciones sociales facilitan aspectos como el poder vivir en sociedad, crear familias y grupos donde convivir. Ahí donde poder por ejemplo, llevar a cabo proyectos con los que seguir avanzando y progresando. Todo ese comportamiento prosocial nos ha permitido no solo sobrevivir, sino alcanzar también un nivel elevado en nuestra civilización.
Ayuda a los demás y ganarás en bienestar emocional
Cuando nos sentimos tristes y desperanzados buscamos apoyo. Pocos momentos nos son tan significativos como esos donde contamos con el afecto sincero de amigos y familiares. Se apagan los miedos, nos infunden motivación, se apaga el estrés y nos sentimos seguros una vez más. Seguros por contar con personas significativas.
Ayuda a los demás y lo percibirás: notarás también ese mismo bienestar emocional. Porque no solo el que recibe ayuda se beneficia, sino quien lo facilita también mejora, también crece y gana en bienestar.
La regulación social de la emoción (el “yo te doy tú me das, yo te ofrezco, tú recibes”) es un componente esencial en nuestras relaciones.
Otro ejemplo de esa regulación emocional se da por ejemplo cuando ayudamos a los niños a gestionar sus rabietas. Cuando ofrecemos apoyo a los amigos, cuando facilitamos que nuestra pareja supere un problema, un miedo, una encrucijada momentánea… Estamos hechos para conferir emociones positivas pero descuidamos este súper poder gran parte del tiempo.
El altruismo requiere esfuerzo y voluntariedad
El altruismo se define como ese sacrificio o esfuerzo por el cual, mejoramos la realidad de otras personas. Así, un dato que nos revelan los científicos es que el simple hecho de hacer la vida más fácil a quienes nos envuelven, aumenta las probabilidades de obtener más satisfacción y felicidad.
Asimismo, hay otro aspecto interesante. Según un estudio realizado por la Universidad de Stanford, el altruismo no es genético. Es decir, un niño no viene al mundo con esa cualidad innata por la cual, saber que debe ayudar a los demás.
Los psicólogos de Stanford han llevado a cabo una serie de experimentos con pequeños de entre 4 y 6 años para descubrir que el altruismo tiene desencadenantes ambientales. Es decir, requiere voluntariedad, implica que alguien nos lo enseñe, que lo veamos a diario y que entendamos algo tan simple como que el acto de ayudar nos beneficia a todos.
La felicidad no está en lo que tienes, sino en lo que haces
Los expertos en felicidad nos dicen que cuando una persona compra un bien material soñado por el que ha estado ahorrando, su felicidad es momentánea y puntual. Ahora bien, cuando ayudamos a alguien con una dificultad o en un problema de cualquier tipo, la felicidad se sostiene, perdura y nos otorga una sensación de seguridad.
Asimismo, en los países más desarrollados, donde las personas obtienen fácilmente un empleo fijo y bien pagado, la felicidad es a menudo esa dimensión que viene y va, que se busca y no se encuentra, que se escapa de las manos y que no saben muy bien cómo conseguir.
Por tanto, vale la pena recordar ese viejo refrán que dice “es en el dar donde recibimos”. Entendamos que el bienestar parte de actos sencillos pero profundos. Reflexionemos para finalizar en las siguientes frases:
Ayuda a los demás para ayudarte a ti mismo.
Ayuda a los demás para generar cambios, cambios en quienes te rodean y también en tu propia realidad: todos ganamos.
Aunque no lo creas, quien ayuda a los demás gana en salud física y emocional. Nuestro cerebro es un órgano social y encuentra calma y bienestar cuando conectamos de forma positiva con las personas.
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