Cómo afecta la televisión a los niños

El abuso de horas de televisión puede afectar al niño en múltiples niveles, entre ellos, en la manera de relacionarse con los demás. Te lo contamos todo en el siguiente artículo.
Cómo afecta la televisión a los niños
Bernardo Peña

Revisado y aprobado por el psicólogo Bernardo Peña.

Escrito por Yamila Papa Pintor

Última actualización: 10 julio, 2023

Cada día, nuestros hijos pasan horas y horas frente a una pantalla. El abuso del móvil, la tablet y la televisión en los niños puede acarrear consecuencias negativas para su desarrollo.

Los más pequeños de la casa pueden verse afectados, tanto a nivel cognitivo, como físico. Por ello, es importante identificar cuando existe algún problema relacionado que esté condicionando su vida.

Profundicemos sobre el tema.

El comienzo de la interacción de los niños con la televisión

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En la actualidad, los padres no tienen tiempo para dedicarse totalmente a la atención de sus hijos. Por ello, en muchos casos, les dan el móvil o la tablet desde el primer momento en el que pueden agarrar objetos con sus propias manos. Y ni que hablar de cuando les colocan frente a la televisión con apenas unas semanas de vida.

Puede parecer estupendo para los adultos que los pequeños se queden estáticos frente a un aparato electrónico durante horas, mientras ellos realizan otras tareas. Pero, ¿hasta qué punto esto es beneficioso para los niños?

Desde una corta edad, nos convertimos en grandes consumidores de programas de televisión. Sobre todo en la actualidad, cuando existen canales exclusivos para niños que emiten dibujos animados las 24 horas del día.

Además, en la mayoría de las casas, cada habitación tiene su propio dispositivo, incluyendo la de los niños; no falta tampoco en la cocina o en el salón.

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Efectos nocivos de la televisión en los niños

Como siempre, todo depende de la cantidad de tiempo que los niños pasen frente a este dispositivo. No es lo mismo que solo vean la televisión una hora al día, a que se pasen todo el fin de semana frente a la pantalla.

Los riesgos del uso excesivo de este aparato son muchos:

1. Menos momentos para compartir en familia

Reduce los momentos de compartir en familia

El desayuno o la cena suelen ser las comidas en las cuales podemos sentarnos todos juntos y disfrutar de la compañía mutua. Lamentablemente, la televisión es un miembro más de las familias modernas e intercepta la comunicación entre ellas.

Estar cenando con la pantalla a todo volumen no permite que nadie cuente cómo le ha ido el día. Además, impide que se preste atención a los alimentos ingeridos y da lugar a que haya peleas por quién tiene el mando a distancia.

2. Aísla del entorno

Desde una edad muy temprana, los niños saben cómo encender la televisión y cambiar los canales. Esto los vuelve tan independientes que los padres nunca saben qué están mirando o haciendo.

Frente a la pantalla, es como si el pequeño no existiera. Esto no es bueno, porque lo aísla de lo que sucede a su alrededor. Puede tener cientos de juguetes, que lleguen visitas o que su perrito quiera dar un paseo, pero no se dará cuenta porque sus ojos y su mente estarán enfocados en esa caja luminosa.

3. Quita espacio a otros juegos

Elimina los juegos

A diferencia de las generaciones anteriores, los niños de hoy no saben jugar con elementos que no sean tecnológicos. Aunque tengan muchos juguetes, los pequeños no les prestarán atención porque hay algo más brillante que les atrae: la pantalla.

Por la televisión, los niños pierden horas de contacto con hermanos, primos, vecinos o amigos. Cuando se corta la luz o están de vacacionesno saben cómo entretenerse si no tienen un móvil con internet o una tablet con juegos descargados. 

4. Mata la creatividad

Otro de los efectos negativos de la televisión en los niños es que este aparato inhibe la capacidad de pensar por sí mismos. A diferencia de un libro, que les permite dejar volar la imaginación, en la pantalla los personajes, las historias o los ambientes ya aparecen bien detallados.

Es decir, el pequeño no tendrá que imaginar cómo es su superhéroe favorito, porque lo estará viendo con todos los detalles. Asimismo, como tampoco juega —ni solo, ni con otros niños—, perderá o no desarrollará siquiera la capacidad para imaginarse historias o situaciones con sus juguetes.

Por ejemplo, no tendrá la ocasión de crear un fuerte con soldaditos, cuidar de una muñeca u organizar una carrera de coches, actividades que parecen haber quedado en la generación anterior.

5. Puede afectar a los estudios

Uno de los efectos más nocivos de la televisión en los niños a partir de la edad escolar es que no prestan atención en el aula ni a los maestros. El tan famoso“déficit de atención” no es un invento, sino un problema al que las escuelas y los padres deben enfrentarse a diario.

Como ya están acostumbrados a un bombardeo continuo de luces, sonidos y colores, es muy difícil que puedan enfocarse cuando alguien les está enseñando algo de manera “tradicional”. De hecho, los colegios están intentando cambiar la forma de llevar adelante las clases agregando contenido multimedia para que los niños aprendan.

Por otra parte, el hecho de tener las cosas “servidas en bandeja” al hacer las tareas en casa —porque todo está en internet— reduce la posibilidad de que el alumno realmente se esfuerce en buscar información.

La televisión no educa: el entorno, sí

Finalmente, debemos replantearnos —y por qué no, eliminar— ese mito que afirma que “la televisión educa”. Ciertos contenidos pueden ayudar, como por ejemplo los documentales, pero la mayoría de los programas que miran los niños no tienen contenidos didácticos ni por asomo.

Es importante estar atentos y estimular a los niños con juegos normales, libros o excursiones. Como padres, es nuestra responsabilidad que crezcan de manera sana, tanto a nivel físico, como mental.


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  • Rojas, V. (2008). Influencia de la televisión y videojuegos en el aprendizaje y conducta infanto-juvenil. Revista Chilena de Pediatría79(1), 81–85. https://doi.org/10.4067/S0370-41062008000700012
  • García González, P. (1996). Los niños y la televisión. Comunicar4(6), 35–37.

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