Un lobo no pierde el sueño por la opinión de las ovejas

Dado que las opiniones no son verdades absolutas, aprender a relativizarlas sin dejar que nos afecten más de la cuenta es clave para la propia autoestima
Un lobo no pierde el sueño por la opinión de las ovejas
Bernardo Peña

Revisado y aprobado por el psicólogo Bernardo Peña.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 06 julio, 2023

Fue Eleanor Roosevelt quien dijo una vez aquello de: “Nadie puede hacer que te sientas inferior si tú no lo permites”. Expresado a la inversa esto supondría que si uno pierde el sueño por la opinión de los demás, es probable que se sienta demasiado vulnerable a los juicios ajenos.

Es decir, las valoraciones que recibimos de otras personas en ocasiones llegan a afectarnos más de la cuenta. Pero, aunque las críticas constructivas son sanas, también es cierto que para nada representan verdades absolutas.

Tales evaluaciones no dejan de ser comentarios susceptibles de ser considerados con cierta relatividad. Se enmarcan en un contexto determinado y a menudo dependen de las percepciones de otro ser humano, el cual, a su vez, analiza la realidad desde su particular historia y perspectiva.

Veamos todo esto más despacio.

¿Un lobo pierde el sueño por la opinión de las ovejas?

Según quien opine, parece que hay juicios que hacen más daño que otros

A lo largo de la vida es habitual tener que hacer frente a valoraciones de diversa índole y procedencia. Sin embargo, las opiniones que más nos suelen afectar son aquellas que emiten las personas cercanas y significativas con las que nos relacionamos.

Por ejemplo, no encajaremos de la misma manera los juicios que haga un simple compañero del trabajo o los que manifiesten los propios padres, hermanos o pareja.

Parece que en el segundo caso, al tratarse de vínculos íntimos e importantes, las opiniones adquieren otros matices y connotaciones, siendo su peso superior al de cualquier otro tipo de apreciación ajena.

De hecho, desde la más temprana infancia la autoestima comienza a forjarse a partir de la aprobación y desaprobación de los progenitores y del círculo más próximo al niño. Por eso, la prioridad que damos a tales refuerzos se mantiene con frecuencia en la edad adulta.

No obstante y como hemos comentado al inicio, el modo de percibir de los demás tampoco es un dato del todo objetivo. La peculiar forma que adquieren dichos enfoques dependerá al mismo tiempo de múltiples variables como la educación, las creencias religiosas, la cultura, así como de otras tantas experiencias previas.

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La autoestima del lobo que no pierde el sueño por la opinión de los demás

Pensemos, por ejemplo, en alguna ocasión en que, durante una comida familiar, alguien nos haya dirigido un comentario poco afortunado. Para no crear conflicto, solemos callar y esconder la rabia.

Ahora bien, a ese dictamen es posible que le siga un punto de reflexión por nuestra parte. Esto es, un instante en que nos paramos a pensar si de verdad esa opinión nos define.

Tal vez reaccionar a la defensiva de inmediato sea la alternativa menos prudente. En cambio, si optamos por escuchar y después analizar con calma lo que hemos recibido, quizás descubramos algunos aspectos que se nos habían escapado o detalles a los que acaso sería necesario darles más importancia.

De este modo, puede pasar que un pariente cercano nos esté diciendo algo que es cierto, pero que en ese momento no vemos. Frases tales como: “Pienso que la relación que llevas ahora te hace infeliz”, “Creo que no estás actuando de forma adecuada”, etc. serían casos típicos de esta clase de situaciones.

Luego, al fijarnos con detenimiento en dichas evaluaciones, cabe la posibilidad de que aceptemos que son ciertas. Entonces, el agradecimiento sería una respuesta razonable. Dado que, a pesar de que duela, esas críticas nos ayudarán a hacer ajustes ante diferentes circunstancias.

Sin embargo, lejos de identificarnos con lo que otros señalan, también podemos sentir que esas observaciones carecen de fundamento. Si es así, si tales contenidos no corresponden con nosotros, tal vez lo más saludable sea dejarlos ir.

Es decir, se trataría de soltar esas reseñas que vienen de fuera, sin que nos distraigan ni preocupen ya por más tiempo. Porque ese es justo el rol del ‘lobo que no pierde el sueño por la opinión de las ovejas’.

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A palabras necias, oídos sordos

En más de ocasión los refranes populares tienen un mensaje sabio que transmitir. En este sentido y según lo expuesto, el conocido dicho de “A palabras necias, oídos sordos” sería útil para ilustrar la idea central de este texto.

Con todo, vemos que prestando atención a juicios que para nada nos representan, lo único que conseguimos es atarnos a valoraciones negativas. 

Además, quien cae en el uso de opiniones malintencionadas lo que hace es definirse a sí mismo, sin mostrar un mínimo de empatía o de respeto hacia el otro.

Entonces, si tenemos claro lo que valemos y lo que merecemos, ¿para qué dar más crédito a quienes buscan herirnos con sus palabras?

Recordemos la imagen de ‘ese lobo que no pierde el sueño por la opinión de las ovejas’, porque esa es la actitud de las personas que se quieren y cuidan de su propia autoestima.


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