
La presbicia es un defecto de la visión al que comúnmente nos referimos como vista cansada. Seguro que has notado alguna vez que la mayoría de personas por encima de los 50 años comienzan a alejarse los libros, el móvil…
La vitamina K es un nutriente esencial para el correcto funcionamiento del organismo. Su déficit puede conducir a la aparición de problemas óseos, hematomas y hemorragias.
La vitamina K es una sustancia que, como cualquier vitamina, es necesaria en pequeñas cantidades para el correcto desarrollo y funcionamiento del organismo. Tiene un papel fundamental en la estabilidad sanguínea y es un precursor importante en los factores de coagulación.
Se trata de una vitamina soluble en grasas que el organismo almacena en pequeñas cantidades que se agotan rápidamente. Por ello, aún cuando el organismo puede reciclar pequeñas cantidades, necesita obtenerla a través de la alimentación de forma regular.
En concreto, la vitamina K participa en la producción de unas proteínas denominadas factores de coagulación. Debido a la importante función que desempeña, su carencia puede entrañar graves consecuencias, como por ejemplo, el desarrollo de hemorragias.
Asimismo, la vitamina K también parece estar implicada en el correcto desarrollo de tejidos y huesos, por lo que su déficit también puede acarrear problemas en el desarrollo óseo.
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Existen tres formas posibles para esta vitamina:
Los vegetales de hoja verde son una de las fuentes más abundantes de vitamina K.
Seguir una dieta variada y equilibrada es suficiente para consumir la cantidad de vitamina recomendada, ya que esta se necesita en pequeñas cantidades. Podemos encontrarla en:
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Debido a que la cantidad necesaria de esta vitamina es baja, su deficiencia es poco común. Sin embargo, existen casos y situaciones en las que esta carencia puede darse.
Este es el caso de los recién nacidos, que pueden tener problemas hemorrágicos y tendencia al sangrado. Debido a esto, se suele administrar de manera exógena a los recién nacidos mediante una inyección.
Esta carencia en los recién nacidos se debe a que la vitamina no atraviesa con facilidad la placenta, por lo que nacen con bajos niveles. A esto se le suma que la leche materna tampoco contiene grandes cantidades del nutriente. Además, su flora intestinal aún no está desarrollada y, por tanto, no tienen bacterias que la sinteticen.
Por otra parte, enfermedades como la fibrosis quística, la celiaquía o el síndrome del intestino corto, pueden provocar una carencia. Esto es debido a que dichos trastornos generan alteraciones en la absorción intestinal que reducen la cantidad de vitamina K absorbida.
Asimismo, el tratamiento con determinados fármacos, como los anticonvulsivos o ciertos antibióticos pueden conllevar una deficiencia del compuesto.
Una deficiencia severa puede conducir a la aparición de hematomas y sangrados. Esto es debido a la mala coagulación sanguínea. Esta condición podría llevar, en el peor de los casos, a la generación de peligrosas hemorragias internas.
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Existen una gran cantidad de complejos vitamínicos a través de los cuales se puede aumentar la ingesta de vitamina K. Existen suplementos específicos de vitamina K. En otros casos se encuentra combinada con otros nutrientes como el calcio o la vitamina D.
Esta es la forma más común de administración del nutriente a aquellos pacientes a los que se indica. Sin embargo, la vitamina también puede administrarse de forma inyectable.
La forma inyectable, concretamente en forma de inyección intramuscular, es la que se elige para su administración a los recién nacidos. Esto ayuda a evitar posibles hemorragias cerebrales.
Por último, en aquellos casos en los que se administran anticoagulantes como la warfarina, una carencia de vitamina K puede ser especialmente problemática. En este tipo de situaciones, se requerirán análisis de sangre periódicos para determinar el tiempo de formación de los coágulos.