Priorizarnos y buscar nuestro propio bienestar y felicidad no nos hace ser egoístas, sobre todo si lo hacemos para alejarnos de aquellas personas que nos perjudican.
Lo que me hace daño me cambia y me aleja de lo que soy en realidad: una persona fuerte, valiente y libre que merece ser feliz.
Ahora bien, todos tenemos claro que no es nada fácil alejarnos ni romper de la noche a la mañana con todo aquello que vulnera nuestra autoestima.
Las personas sabemos huir de esos focos evidentes que nos hacen daño: el fuego, algo punzante, un callejón oscuro y poco frecuentado por la noche…
Nuestro cerebro está programado para reconocer amenazas externas y activar una respuesta: la huida.
Si hay algo que sabemos es que no todos los estímulos dañinos de nuestro entorno son tan fácilmente reconocibles.
Ni es tan sencillo decirnos a nosotros mismos que hemos de escapar.
Somos personas sociales que establecen relaciones, amistades, que construyen vínculos en ocasiones sólidos con personas que, de algún modo, resultan dañinas.
¿Qué debemos hacer en estos casos, cuando quien “nos hace daño” es nuestra familia o nuestra pareja?
Quien te hace daño no te merece
“Quien te hace daño no te merece”.
Sabemos que es fácil de decir, que en el fondo de nuestra mente y corazón somos conscientes de que quien vulnera nuestra autoestima y no nos respeta no nos quiere de verdad, pero…
1. Las personas que hacen daño son personas que se priorizan a ellas mismas
Cuando comentamos que hay personas que hacen daño, en lo primero que pensamos es en la violencia física.
Aunque también existe esa violencia implícita, indirecta y silenciosa igual de dañina.
Hay personas con escasa empatía y habilidades sociales incapaces de establecer relaciones basadas en el respeto y la reciprocidad.
Las parejas que suelen anteponer sus intereses a las de su compañero son también muy destructivas.
El egoísmo, el no saber construir vínculos basados en la comprensión, en la confianza o en el respeto son, sin duda, aspectos que nos pueden hacer mucho daño en el día a día.
2. Se hace mucho daño con las palabras
En ocasiones, no es lo que nos dicen, es cómo nos lo dicen.
Usar un tono despectivo, levantar la voz o hacer uso de la ironía son aspectos implícitos que acaban vulnerando mucho nuestra autoestima.
El recibir una educación basada en una comunicación deficitaria o autoritaria también hace daño y vulnera el autoconcepto y la seguridad del niño.
A su vez, en nuestras relaciones de pareja, el tono de voz y la forma en que damos la información o establecemos un diálogo también dicen mucho de nosotros.
Sabemos reaccionar ante un estímulo físico amenazante, pero no ante uno social que nos rompe.
Uno de los focos que más daño suele provocar es el familiar o ese círculo más cercano en nuestro día a día.
¿Qué debo hacer si mi madre, mi hermano o mi pareja no me respeta, o me hace chantaje emocional?
Pon límites y atrévete a decir NO a lo que no te gusta, a lo que no deseas, a lo que te incomoda.
Decir NO no es un acto egoísta ni amenazante. Es definir nuestra personalidad con respeto; es informar a quienes nos rodean de que merecemos consideración y que hay cosas que nos hacen daño.
Lo esencial es que, ante esa advertencia, la persona reaccione.
Si percibes que las cosas no cambian y que siguen actuando de la misma manera, será el momento de tomar alguna decisión: quien te hace daño de forma voluntaria no te merece.
Entiende que no es posible complacer a todos, que intentar agradar a cada una de las personas que nos rodean es algo imposible y que además, nos puede traer la infelicidad.
En la vida se trata de saber establecer prioridades y la primera prioridad eres tú. Si te quieres y te respetas, no dejes que nadie te haga daño.
Es imprescindible establecer relaciones que nos permitan ser siempre nosotros mismos, que nos muestren respeto, cariño y comprensión.
4. Quiérete
Quien no te respete lo único que merece es tu distancia.
Esa que te permitirá tener mayor equilibrio y protección emocional.
Limita el contacto, no eres mala persona por alejarte de quien te hace daño.
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